in Stand Up

Es hora de volar solo

Hace casi tres meses que terminé el curso de la Stand Up Academy Barcelona y, después de muchas dudas, me he hecho a la idea de que quiero seguir disfrutando de la comedia como cómico.

No sé por qué, pero me negaba a ello. Tenía la falsa impresión de que si me decidía a continuar por ese camino, iba a estar faltándole el respeto a los artistas que durante tantos años me han hecho pasar tan buenos momentos.

Fue estúpido pensar así por mi parte porque, además de buscar mejorar como escritor, si me decidí a aprender el arte del monólogo, fue porque desde hacía años me sentía atraído y fascinado por él.

Supongo que he sufrido (y sufro todavía) del denominado síndrome del impostor. Me cuesta creer que pueda llegar a ser gracioso. Y eso que he podido comprobar la sensación que generan las risas. Mis anécdotas y mis chistes han conseguido desatar carcajadas y, aun así, aún no he conseguido sentirme del todo cómodo encima del escenario.

Y eso es lo más raro, porque aunque no me haya sentido del todo cómodo, me siento bien. Me encanta ver al público pasando un buen rato. Y me gusta abrirme y comprobar que con el micro en la mano, no me juzgan. Que solo quieren divertirse.

Por eso quiero dejar a un lado los remordimientos y poder gozarlo como si estuviera hablándole a mis amigos. Poder contar las historias que todavía no he contado y contarlas de una manera desenfadada y alejada de los formalismos de la literatura. En definitiva, ser yo mismo en lugar de expresar mi voz a través de un personaje.

Porque creo que eso es lo mágico de la comedia, que no tiene sentido sin ninguna de las dos partes.

 Y eso último, a la vez, es lo más bonito. Porque llegar a crear un vínculo a través de la risa, aunque solo sea por unos minutos, es algo que tiene que ser la hostia. Y la única manera de que esto pase, es seguir cogiendo el micro.

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