Desde hace años (mucho antes de que llegara la pandemia) uno de mis hobbies es hacer licores. Empecé por ver si iba a ser capaz, le cogí el gustillo y desde entonces voy probando y modificando recetas por el simple placer de jugar a ser alquimista.
Como muchos frikis que se dedican a hacer licores artesanales, mis catadores son mis amigos durante las cenas. Por eso, al ver la buena acogida que tuvo mi limoncello en una de estas (sé que tuvo buena acogida porque me dijeron “de esto tienes que hacer más”) decidí bautizarlo y crearle una etiqueta. Y así nació el iumoncello.
Elaborado con los mejores limones de mi huerto y el mejor alcohol importado, cada año produzco un total de 30 botellas que regalo a mis amigos más cercanos y que acompañan todas las sobremesas cuando nos juntamos. Unas 30 botellas que siempre son las mismas porque cuando se vacían, siempre me las devuelven para que se las rellene.
